Ciertos alimentos poseen nutrientes que ayudan a
partes concretas de nuestro organismo. Así mismo, algunos alimentos resultan
más apropiados que otros a la hora de aumentar el rendimiento cerebral. El correcto
funcionamiento de este órgano no sólo nos permite vivir saludablemente, si no
también aprender, memorizar o concentrarnos.
Para obtener todos los nutrientes que el cerebro
necesita, debemos comer de todo y realizar cuatro o cinco comidas equilibradas
al día, lo que asegura un aporte continuo de estos. Un desayuno (la comida más
importante del día) a base de lácteos, cereales y fruta proporcionará
proteínas, hidratos de carbono, vitaminas y calcio.
El cerebro está formado por un 60% de grasa, como los
ácidos grasos omega 3 y 6, cuya ingesta es importante para prevenir enfermedades
como Alzheimer y depresión. Además, el cerebro contiene fosfolípidos,
imprescindibles para la formación de las bandas de mielina que recubren los
nervios y permiten que las señales emitidas lleguen sin problemas, de forma fluida.
El cerebro también contiene aminoácidos, compuestos
base tanto de neurotransmisores como de las demás proteínas. La carencia de aminoácidos
equivaldría entonces a la de neurotransmisores (los encargados de la
comunicación interna del Sistema Nervioso), ocasionándose depresión y un
déficit de memoria y de capacidad de concentración. Carne, pescado y huevos nos
suministran los aminoácidos que necesitamos.
Los alimentos ricos en hidratos de carbono, transformados
dentro del organismo en glucosa, son el mejor combustible para que el cerebro
funcione, al liberar su energía de manera constante. La glucosa, además, tiene la
propiedad de mejorar el estado de ánimo.
Las vitaminas y los minerales, entre otras cosas,
serán los que ayudaran a que las grasas esenciales se conviertan en otras más
complejas, los aminoácidos en neurotransmisores y la glucosa en energía. En resumen,
son los encargados de “reconstruir” el cerebro. Entre estas substancias podemos
destacar algunas que tienen una relevancia especial:
-
Hierro: su principal función es transportar O2 por la
sangre. Su importancia se debe a que el cerebro es un órgano que necesita muy
buena oxigenación. La carencia de este mineral (que podemos obtener de la
carne, las lentejas…) da lugar a pérdida de concentración y velocidad mental. La
absorción de hierro aumenta notablemente gracias al consumo de vitamina C.
-
Calcio: presente sobre todo en productos lácteos y
verduras como el brécol, posee un papel muy importante en la capacidad de concentración,
lo que favorece el aprendizaje.
-
Colina: en el interior del cuerpo se transforma en uno
de los principales neurotransmisores, la acetilcolina, encargada de la memoria
y la agilidad de la mente. Esta sustancia puede encontrarse en huevos y nueces,
entre otros alimentos.
-
Ácido fólico: vitamina hidrosoluble que favorece el
aumento de la cantidad de acetilcolina cerebral. Además, en embarazadas, reduce
el riego de problemas nerviosos del feto. Así mismo, las vitaminas del grupo B
intervienen en la formación de neurotransmisores.
-
Ácido linolénico: grasa polinsaturada que podemos encontrar
en productos como el aceite de soja, las semillas de lino y las nueces, esencial
para que las neuronas aumenten sus interconexiones.
-
Antioxidantes: sustancias como la vitamina C, la
vitamina E y los betacarotenos que combaten el daño causado por los radicales
libres, aceleradores principales del envejecimiento. La mayoría de
antioxidantes, que se encuentran en frutas y verduras, pierden su actividad
cuando se someten a cocción.
-
Boro: entre otras de las funciones que tiene en
nuestro organismo, a nivel nervioso favorece la memoria reciente y la
coordinación mano-vista. Podemos ingerirlo al comer zanahorias y brécol.
-
Zinc: mineral presente en las legumbres, crustáceos y
frutos secos, que agiliza la comunicación interneuronal.
-
Fósforo: mineral presente en los frutos secos que aumenta
la capacidad de memorización.
Obviamente, no todos los alimentos/sustancias
benefician el cerebro: algunos lo perjudican gravemente, como el alcohol, los productos
procesados, las grasas saturadas… No sólo afectan a nuestro aspecto físico, si
no que dañan el esencial órgano responsable de nuestra vida y, como no, de
nuestra inteligencia.
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