“Desayuna
como un rey, come como un príncipe, cena como un mendigo”
Esta frase
resume a la perfección la necesidad de tomar cenas ligeras que tan por alto
pasamos la mayoría de las veces las personas, especialmente en esta región. Comer
ligero no quiere decir comer mal. Una cena ligera debe ser eso, “ligera” para
su fácil digestión, pero aun así debe aportarnos los nutrientes necesarios para
la actividad de nuestro organismo durante el sueño. La última comida del día
debe aportar sólo alrededor del 30 % de las calorías que consumidas por el día,
incluyendo verdura, hidratos de carbono en su justa cantidad y proteínas.
Durante
la noche no realizamos ni de lejos la misma actividad física por el día, por lo
que no está recomendado tomar grasas, ya que no se consumirán. Debemos evitar alimentos
precocinados y rebozados, embutidos, verduras indigestas y también una elevada
cantidad de fruta, por su alto contenido en azúcar.
La noche
es el momento de que nuestro cerebro descanse y, por ello, no debemos tomar
sustancias que lo estimulen. Con este paso clave, descansaremos mejor.
Como
ya dije antes, la cena es un buen momento para tomar las proteínas necesarias
del día. Pescados (a la plancha, cocidos o al vapor), huevos… acompañados de
verduras y hortalizas, no sólo son una buena opción para quien busque
adelgazar, sino que ayudan al organismo en la reconstrucción de nuestras
propias proteínas y dejan disponibles aminoácidos para fabricar enzimas y
hormonas.
Lo importante
es no dejar de cenar (lo que sería más perjudicial para nuestro organismo) y de
ser posible hacerlo dos horas antes de acostarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario